¿Qué es lo que hace un escritor? En esencia es quien escribe, poco más poco menos. Pero la fiebre de la añoranza nos llena con ideas románticas sobre el oficio, sí, oficio, y nos hace pensar que somos elegidos por encima de los demás y que tenemos un punto privilegiado en nuestro tiempo y en la historia solo por el hecho de perseguir la labor más vieja y gastada del mundo: contar historias.  

No sé en qué momento se comenzó a mirar la tradición de los grandes maestros como una necesidad, un afán por publicar y no en un amor por el trabajo pendolista y por dejarse la piel, los huesos y la sangre en concebir el mejor texto posible, no a ojos de la publicación sino a ojos del propio texto, del propio dios que elegimos para servir: la escritura.  

Dice Paco Umbral que para escribir hay que levantarse transparente, que no puede estar uno echando su «sombra de sombrones» sobre el texto, porque entonces no podrá pasar a través de nosotros la luz del mundo. Marta Sanz dice que la literatura es un artificio en el que proyectamos una visión novedosa del mundo, esto por medio del ejercicio de enfriar la emoción a través de la manipulación del lenguaje hecho texto.  

Proyectar una visión novedosa del mundo… eso es lo que hacemos, en otras palabras, quiere decir que podemos sabernos toda la técnica del mundo, conocernos de memoria las listas de figuras retóricas y licencias poéticas, memorizarnos los pies cervantinos y los principios de los cuatro ritmos… pero si no tenemos nada que decir, de muy poco nos sirven todas las habilidades literarias.  

El escritor es el que dice cosas novedosas sobre el mundo, a través de la palabra hecha texto, a través del lenguaje hecho grafemas. Y sé que suena muy difícil, ¿no?, eso de proyectar una visión novedosa del mundo… suele ser difícil porque buscamos lo novedoso en lo que nunca se nos ha ocurrido, cuando en verdad esa novedad por el mundo está en lo que nos es cotidiano, en lo que es obvio para nosotros, pero no para nadie más, ahí está la novedad.  

Los talleres de escritura no deben girar en torno al afán por ser un escritor publicado, sino precisamente a esa exploración de las formas novedosas que tenemos para ver el mundo y las herramientas adecuadas para poder transmitirlas a través de la manipulación del lenguaje hecho texto.  

¡A escribir! ¡A escribir! Que no hace falta publicar.   

Pablo Ortiz Morales, articulador de Fomento de lectura, escritura y oralidad