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Ensayar con uno mismo

Talleres creativos sobre ensayo literario con Gloria Susana Esquivel
Por Simón Ramírez Fundación Taller de Letras

El ensayo fue el segundo género literario invitado a los Diálogos y talleres de escritura creativa de la Casa de la Literatura. Entre el 6 y 10 de diciembre, Gloria Susana Esquivel nos acercó a este género y nos lo presentó como un juego de subjetividades en el que la oralidad cumple un papel vital. Compartimos aquí un boceto de lo ocurrido, como una invitación a continuar con lo ensayado…

La literatura es una conversación entre autores, obras, contextos y lectores, que nos antecede y continúa. Por eso, no es extraño considerar al ensayo literario como al género que más supone un diálogo, pues trae impresas las subjetividades y visiones del mundo de quien escribe y quien lee. “Todos participamos de la conversación de la literatura y el ensayo una conversación argumentada; se parece mucho a la oralidad, pues busca la sencillez y la claridad… Cuando tenemos grandes conversaciones, queremos lograr que nuestra palabra seduzca y nuestros argumentos convenzan, que nuestro acompañante nos acepte como un interlocutor válido”. Esto nos contó Gloria Susana, para quien el ensayo es lo contrario a algo impersonal y academicista.

Para la escritora bogotana, el ensayo tiene que ver con lo subjetivo y emocional. Muchas de las preguntas de quien ensaya parten de la propia sensibilidad ante el mundo, de las obsesiones, búsquedas e indignaciones, las cuales esperan que desencadenen otras preguntas en el lector. No busca puntos finales, tampoco certezas inamovibles, por lo mismo, en su relación con el lector, el ensayo no es moralizante o concluyente: “Es un género muy sincero: no hay un ensayo sin primera persona”.

En él se ve un “yo” que se ha informado, pero también un “yo” que se localiza vitalmente: que ve, oye, siente, vive, padece, se expone, se contradice… Gloria Susana reitera la visión personal del ensayo, en la que no cabe una voz lejana o sin cuerpo; su punto de interés es “cómo nuestra mirada interpreta los datos y el mundo, lo que tenemos por opinar ante múltiples asuntos, pues todos tenemos algo valioso que decir sobre ciertos temas, el asunto es encontrar cuáles”.

Aunque cada escritor, a medida que ensaye la escritura, irá descubriendo su método, la escritora bogotana propuso una ruta para los talleres que empezó con la elección del tema, luego con la búsqueda del tono y por último el análisis:

Como ejercicio inicial propuso reflexionar hacia dónde dirigimos la mirada en el momento en que salimos a la calle. Otra posibilidad fue seguir el flujo de pensamientos que hemos tenido en los últimos días e intentar organizar algo de allí. Sacar la nuez de tanta dureza: “Uno piensa todo el día, pero hay ciertas preguntas que se instalan… Quizá sea un ejercicio al revés de la poesía, pues el ensayo busca despejar, expandir, deshilachar lo que se esconde detrás de la imagen o la intuición”. Y agrega que :“todo radica en el verbo descubrir; no hay una manera específica o ‘correcta’ de hacer tal descubrimiento y de establecer el recurso. El ensayo no es algo que tengamos resuelto: es un tipo de texto que abraza y recoge la crisis, gira en torno a esas preguntas que seguramente no tendrán respuesta…”.

Una vez seleccionado el tema, Susana planteó escoger un determinado tono para su tratamiento. Si fuera una conversación con alguien o con nosotros mismos, podríamos pensar que no hablamos de la misma manera si estamos en la intimidad de nuestra habitación o biblioteca, a si lo hacemos en nuestra cocina con invitados, en nuestra sala o en el baño, si estamos hablando en un bus, en la oficina… A todo le ponemos un tono diferente.

Siguiendo con el sentido del análisis temático y formal, Gloria Susana propuso un ejercicio práctico a los asistentes para descubrir cuáles eran los mecanismos utilizados en cada texto: los párrafos de algunos ensayos cortos se dividieron y leyeron por partes hasta entender qué pasaba en cada uno de ellos. En la lectura cuidadosa se observó cuál era el tema principal de cada párrafo, así como cuál era la función de cada uno dentro del texto, por ejemplo, si X párrafo tenía un carácter narrativo o de contexto; si Y proponía imágenes poéticas; si Z daba lugar a las citas o cifras; si A explicaba el argumento central; si B concluía de manera clara o por medio de preguntas… Todo esto sirvió para no perder de vista que el ensayo, por mágico que sea, es una maquinita retórica, estética y, sobretodo, lógica.

En el taller se expuso la división clásica del ensayo, introducción-tesis-conclusión, pero también se expusieron sus posibilidades de género literario híbrido y abierto, compuesto por lo poético y lo narrativo. Se habló de su finalidad: que la conversación quede abierta, que las preguntas se sigan respondiendo aun cuando los argumentos y ejemplos orbiten en torno a una idea que se ha argumentado desde variados ángulos, pues el ensayista intenta persuadir a su lector por medio de datos, citas, referentes, anécdotas, imágenes, intuiciones…

Es ahí donde está ese “yo” que conversa con argumentos y explora desde la honestidad; el ensayista que mientras construye cada texto crea un aparatico nuevo, mueve las fichas que permiten al flujo del pensamiento seguir andando. Y cada texto que ensaya ese “yo” es también una versión de sí mismo. Nunca la definitiva.

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