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Diálogos y talleres de escritura creativa

Empezamos a echar el cuento con Julio César Londoño
Por Simón Ramírez Fundación Taller de Letras

Aunque puede haber desde una definición clásica, hasta otra más vanguardista de lo que es el cuento, hay algo común en esa variedad de deficiones y formas de comprenderlo: es un género que le exige al autor una alta destreza narrativa y, si su deseo es ser un buen cuentista, le obliga a profundizar en el ejercicio de la escritura.

En los talleres orientados por Julio César Londoño, del 30 de noviembre al 3 de diciembre en la Casa de la Literatura, el tallerista invitó a los participantes a jugar con las definiciones del género, a explorar los límtes que pueden existir entre las formas de narrar y a insistir en mantener una buena tensión en el conflicto de la historia.

Las sesiones de los talleres estuvieron divididas así: en las mañanas se abordó la teoría sobre el cuento, mientras que en las tardes se tuvo un trabajo práctico, se compartieron, comentaron y analizaron algunos cuentos de los asistentes. Esta combinación entre teoría y práctica permitió que durante el trabajo del taller se respondieran colectivamente algunas cuestiones como: ¿La acción avanza o se reduce a un monólogo y a una muestra de sentimientos o pensamientos del narrador? ¿Es una anécdota o evidencia un conflicto? ¿Hay coherencia entre la forma en que hablan los personajes o parece que quien habla es el autor? ¿Se justifica la cantidad de descripciones o de reflexiones del narrador dentro de la coherencia del texto? ¿Hubo indicios desde el comienzo del texto o hubo obviedad de acuerdo con la manera como terminó el cuento?… Entre otras.

Estos fueron algunos de los aprendizajes que compartió Julio César Londoño y que no solo quedaron para los asistentes al taller, sino también para todas las personas que se interesen por seguir aprendido de la creación literaria del cuento:

El cuento es un género de dobles caminos: puede narrar lo ingenioso y extraordinario; lo íntimo y común. Es de compleja sencillez y tiene la potencia de cubrirlo todo, pues no hay un tema prohibido o “menos narrable” que otro; en la forma de narrar es donde las acciones humanas se transforman en algo más que anécdotas.

El cuento remite a una situación problemática. Es apenas una selección de acontecimientos reunidos por quien narra; además, hay muchos tipos de cuentistas: los que prefieren, desde el comienzo de su escritura, saber hacia dónde va en el cuento y los que, en cambio, les gusta explorar paso a paso e ir descubriendo hacia dónde los lleva la escritura.

Julio César Londoño propone escoger un tema y luego una forma de entrar a él. En sus talleres surgieron algunas certezas, móviles (quizá), pero prácticas para entender el género: la más importante de ellas es que de la contradicción aflora la belleza. El alma del cuento es el conflicto: puede que un cuento no tenga poesía, pero sí debe tener tensión. Julio César dice que siempre tiene que haber una piedra en el zapato para que de esa tensión nazca el cuento. De lo contrario, habrá anécdotas, bodegones, idilios sin interés.

Es asunto de equilibristas: si solo es sencillo le podrá parecer una bobada a quien lo lee; si es muy complejo, quizá ni el mismo escritor se entienda a sí mismo o no entienda lo que quiere decir… Y si es así, menos claro será para el lector. El buen cuento equilibra la intensidad y el tiempo en que se presentan las acciones en su narración. Por esto mismo, cada tema debe tener su propio tratamiento.

Para Julio César Londoño, el cuento es una continuación de los relatos que pueblan toda la vida humana. Hay argumentos y temas clásicos y un camino en el ejercicio de escritura podría ser la reelaboración de ellos, tener presente la influencia de autores o autoras: voces, motivos, formas que buscamos imitar o imitamos no tan conscientemente.

Hay tres formas de respirar la realidad, según Julio César: sentirla por medio de imágenes, reflexionarla o contar las acciones que la pueblan, que no es algo distinto a sus problemas. Un buen punto de partida es decidir cuál de esas formas queremos tomar para el ejercicio de la propia escritura.

De cada respiro nacen los tres géneros que convocan estos talleres creativos en la Casa de la Literatura: la poesía, el ensayo y el cuento. Y como género corto, el cuento tendrá pocos personajes y peripecias; lo suyo es la creación a manera de bocetos, mientras se evita el cliché y las caricaturas humanas. No es necesario hacer que, en pocas páginas, el personaje evolucione: lo que importa es el movimiento, la acción que conflictúa. Por lo mismo, incluir muchas descripciones, reflexiones del narrador o los personajes podría detener la fuerza del cuento.

Sin embargo, esta no es la última palabra. Julio César Londoño también sabe y reitera que todas las etiquetas fracasan, que la realidad es difícil de abarcar completamente y que los géneros se mezclan, que ninguna definición recoge todos los especímenes.

Así inició el primer ciclo de encuentros sobre la creación literaria: queda lo aprendido para los asistentes… Y lo más complejo: aplicarlo a la creación, no como una fórmula, sino como un fortalecimiento de la propia voz narrativa.

 

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