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Crónicas de un pesimista ilustre y bien informado - recomendado literario

Las columnas recopiladas en Cuadro – Periodismo crítico siguen frescas y vigentes, como si se hubieran escrito ayer, si bien fueron publicadas originalmente en el periódico El Mundo, entre 1979 y 1984, pero a tono con el estilo de su autor, Alberto Aguirre, tal pertinencia no se la podemos atribuir exclusivamente a él, con todo y sus grandes dotes de pesimista ilustre y bien informado. Habría que darle el resto del crédito a Colombia y a nosotros los colombianos.

Porque la permanencia en el tiempo de estos textos ya algo añejos, es una prueba fehaciente de que nos estamos repitiendo. Por estos lares la politiquería y el clientelismo siguen como entonces en público contubernio con los intereses privados (ver Odebrech), y los altos funcionarios del Estado vuelven y banalizan el asesinato de los líderes sociales, como lo hicieron antaño, ahora asegurando que se trata “de líos de faldas” o de hechos vagamente “relacionados con el narcotráfico”. En el país del realismo mágico, con cada nueva ola invernal se siguen presentando derrumbes que sepultan las casas y los sueños y las vidas de muchas familias humildes y los niños siguen muriendo de hambre en la Guajira. Y todavía hoy cualquier mención disonante que se haga de nuestro país o del mandatario de turno en el exterior se toma como una afrenta… Cambian en algo las circunstancias, las comitivas presidenciales, cambian los nombres aunque en muchos casos se conserven los apellidos, cambian incluso las disculpas. Pero vuelve y juega. Se re editan las tragedias, los asesinatos a mansalva, las inequidades, y hasta se renuevan los chismes y las consejas de las que también se ocupó en su momento Alberto Aguirre con su inteligencia mordaz y su escritura punzante como un estilete que todavía nos mortifica y nos saca roncha, porque seguimos con los descendientes de los mismos y en las mismas, entre un sí es un no, como corcho en remolino.

Claro que puedo estar dejándome contagiar de ese pesimismo a prueba de sofismas, entelequias ideológicas y sueños mesiánicos, a esa visión descarnada que a pincelazos gruesos y rotundos pintaba Alberto Aguirre en sus columnas con su pluma de fuego. Concedamos en que hemos progresado y la Colombia de hoy es muy distinta a la de los años 80, pero muy seguramente el sentido crítico de ese observador perspicaz que era este gran maestro del periodismo, encontraría más de un filón adicional para enrostrar sus denuestos contra las falencias, las mezquindades, los dobleces de los poderosos que en lugar de mentir abiertamente hoy prefieren las fake news; y habida cuenta de su opinión sobre quienes andaban para la época como autómatas enchufados a un walkman a través de unos audífonos, es de suponer que hoy tendría también alguna procaz observación adicional sobre quienes viven pegados del teléfono móvil y las redes sociales, alejados de sí mismos y de las personas con quienes comparte una cena o un viaje en metro.

Como sea, no se trata de una lectura reposada y tranquila. Si eso es lo que está buscando el lector, mejor no se sumerja en este libro porque le tocaría contener la respiración y soportar el vértigo de mirar de frente, cuadro tras cuadro, como a lomo de una montaña rusa en caída libre, la cruda realidad de Colombia, sin maquillajes ni retoques, sin artificios, y donde, la verdad sea dicha, no queda títere con cabeza. Y con razón. En estas páginas, Alberto Aguirre desacomoda laureles, se burla de los aduladores, le canta la tabla a los mandamases, pero hasta uno que otro insulto lo desliza con elegancia, siempre bajo la tutela de una prosa argumentada, vigorosa, refinada y picante, atento a las cifras claras y escuetas, a los testimonios con nombre propio, en una exposición condimentada con citas de grandes escritores, pensadores y filósofos.

En su Cuadro queda además plasmado el propio Alberto Aguirre, un vivo retrato de quien fuera escritor, abogado, periodista, catedrático, fotógrafo, editor, magistrado, comentarista deportivo, librero y, sobre todo, ácido columnista, reconocido por su humor cáustico, corrosivo, venenoso y satírico.

Para quien se resuelva a observar con detenimiento estos Cuadros, también podrá encontrar palabras de reconocimiento para autores como José Donoso y Elías Canetti; bellas semblanzas de personajes como monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 al momento de estar celebrando misa en la capilla del hospital Divina Providencia; viñetas cargadas de humanismo y solidaridad sobre las tragedias de seres anónimos como doña Rosalba Villa Castro, una humilde mujer de Caucasia que en su desespero le escribe al presidente de entonces, Belisario Betancur, reclamando justicia por la tortura y asesinato de su hija Marcela Niebles Villa, de 25 años, maestra de profesión. Y muchas páginas de apoyo y reconocimiento al movimiento feminista y sindical, de apuntes a favor de los humildes y los desarraigados, de aquellos que levantan sus ranchos en lotes baldíos pero con dueño, los olvidados que solo erigen una línea de defensa: la bandera de Colombia, que ondea en el techo de cada tugurio como un bastión frágil e inútil a la hora del desalojo. “Es ingenua —escribe Aguirre—, ciertamente su noción de la Patria. Pero es más pura y noble. Y un día será real.” Y entre fotograma y fotograma, muchos toques de fino humor donde el maestro se complace tomándole el pelo a Pedro Nel Gómez, Manuel Mejía Vallejo, Plinio Apuleyo Mendoza o Fernando Botero. Y de ñapa, uno que otro dato que, al cabo de los años, vuelve a ser primicia.

¿Quieres saber más sobre nuestro país en palabras de Alberto Aguirre? Encuentra el libro en las biblioteca públicas de Medellín

Cuadro – Periodismo crítico
Alberto Aguirre (1926-2012)
Colección Letras vivas de Medellín
Secretaría de Cultura Ciudadana – Tragaluz Editores, 2011, 154 p
ISBN 9789588562483
Clasificación Dewey 070.44 A284c

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