MEDELLÍN, MUSEO DE NOSTALGIAS Y EMOCIONES ROCANROLERAS

Secretaría de Cultura Ciudadana

Curaduría y textos: Diego Londoño
Fotografías:
María Paulina Pérez Y Yojan Valencia

Centro de Documentación Musical El Jordán

Presentación

Medellín siempre ha estado en movimiento. Desde los nefastos y perversos años de narcotráfico y de miedo colectivo a mirar por la ventana, hasta cuando la ciudad sacudió el polvo, las esquirlas y voló para convertirse en un ave fénix inspiradora. En movimiento, en desplazamiento, en circulación, en tráfico y flujo, en vibración constante, en actividad sonora, eso fue Medellín, un flujo acelerado de emociones y sonidos. Mientras todo eso pasaba, mientras el ruido de los buses, motos y pregoneros les daban una banda sonora propia a las calles de la ciudad y a su aliento trasnochado de dolor y de muerte, la música se convirtió en escapatoria, en catarsis, en la única oportunidad de sobrevivir y hacerlo de manera feliz. Y es ahí cuando la ciudad se deja narrar por las distorsiones y la rebeldía y se convierte en un museo de nostalgias y emociones rocanroleras.

En esta exposición se evidencian la estridencia y el desorden de la ciudad, el rocanrol como elixir maravilloso, el pogo como ritual religioso, los gritos como escape del mundo, la música como salvación, además de la ternura y los sueños utópicos que músicos y público han construido en una comunión de años. En esta cuidada selección se hacen visibles las canciones y el acto en vivo del sonido, que nos demuestra que a pesar de la muerte, la pobreza, la tristeza y la desesperanza la música sigue ahí, volátil, brillante, necesaria, hermosa, aleccionadora. ¿Qué haríamos sin ella? ¿Cómo serían nuestros días, nuestra existencia?

Cada una de estas fotos, capturadas con amor por dos fotógrafos de Medellín, habla de manera poética y visceral de la música en vivo, de su importancia en nuestras vidas, de esa sensación que nos genera sentir el bombo en el pecho, las guitarras en los tímpanos, el bajo en los poros de la piel, la percusión en la cabeza y ese alimento para el espíritu que nos cambia la existencia.

Por eso en este paseo de postales roqueras e historias sonoras, nuestra ciudad cabe en una canción, sí, en una sola canción, qué bella metáfora para decir que la música nos incluye, nos recibe, nos abraza y no nos hace daño, o al menos es un territorio donde nos sentimos seguros. Así que bienvenidos a este paseo por la estridencia de nuestra ciudad en movimiento, bienvenidos a este museo de nostalgias y emociones rocanroleras.

A continuación, te compartimos las fotografías y textos que componen la exposición, para una mejor visualización de las imágenes te invitamos a dar clic sobre ellas y expandirlas de la «X» que aparece en la esquina superior derecha.

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