Yenny León, escritora y gestora de fomento de lectura del Parque Biblioteca Gabriel García Márquez, Doce de Octubre, nos regaló este texto para empezar a crear nuestro propio plan casero de lectura. Diana Paniagua, técnica del Parque Biblioteca, le dio voz a estas palabras en el tercer Seminario Abierto del Observatorio.

Velada literaria para nuestros trabajadores en el extranjero
Bienvenido compañero poeta
Cuándo nos leerá sus poemas
¡Pueden después del trabajo?
Después del trabajo
Los obreros están cansados
Sólo quieren llegar a sus barracas
¿Pueden el sábado?
Los sábados los obreros se arreglan
Lavan y zurcen sus ropas
Escriben a su casa
¿Pueden el domingo?
Los domingos los obreros salen de las barracas
Los jóvenes visitan a sus novias
Los más viejos van a esperar el tren
¿Entonces no tienen tiempo para poemas?
Como puede ver no tenemos tiempo
Pero juntos lo vamos a crear.
Vasko Popa (Serbia, 1922)

Diana Paniagua hace la lectura de este texto en el Parque Biblioteca Gabriel García Márquez, Doce de Octubre, durante el Seminario Abierto del Observatorio.
La casa puede ser lugar de recogimiento o espanto. Allí, la sustancia luminosa que nos compone se libera, se retrae, se multiplica, se extingue. De igual modo nuestro caos.
En su libro La casa y otros ensayos (2008), el poeta argentino Hugo Mujica se refiere a ella como “la morada, donde lo incierto, lo extraño, se calma reconocimiento (…) En ella, en la casa, nuestra persona, sus múltiples roles y gestos, arraigan. Se unifican” (16).
Hay casas silenciosas que atestiguan una infinidad de metamorfosis en sus habitantes y cambian con ellos así sus paredes permanezcan superficialmente intactas y sus pisos reciban una y otra vez, sin agrietarse, el roce de los mismos pasos.
Hay casas reventadas de ruido en donde las voces estallan tras los muros y la potencia de la música pasa a dirigir el compás de los latidos de quienes entran en ellas.
Hay casas en donde mora la ausencia de los nombres y no hay lugar para el secreto; casas que se destruyen de nacer tanto.
Hay casas que son espejos y otras que se visten de cenizas para no decir.
Hay casas que no saben de la infancia ni de la vejez y cuya superficie desmiente los clavos ocultos en la realidad.
Hay casas que van más allá del tormento y se sumergen en el río bajo el río.
Hay casas que doblan los rostros con un viento débil, y se van…

Así, en cada casa, dadas las miríadas de su naturaleza, las palabras se apoderan de las personas en formas diferentes. De ahí que se afirme que cualquier plan casero de lectura, que se haga de forma genérica, esté destinado al fracaso.
No obstante hay una técnica de lectura que llama la atención pues puede adecuarse a esta multiplicidad.
La bibliomancia es una forma adivinatoria a través de los libros. La cuestión que surge ahora es, ¿adivinar qué? ¿Qué necesidad tenemos de hurtarle sugerencias, premoniciones vagas o balbuceos a una hoja desconocida?
Se hace necesario entonces aclarar que la bibliomancia, más que una técnica, es una forma de abrir la voz de las paredes de la casa y de las necesidades propias que pululan indescifrables.
Tanto el paraíso, como el destino feroz y la memoria se hacen guías cuando se lee. Y cuando se hace en casa las posibilidades se amplifican pues es un lugar que, como dice el propio Mujica, “el tiempo descansa: se pertenece presente, se encuentra consigo mismo” (16).
Para iniciar entonces lo único que se necesita es crear un tiempo, así sea minúsculo, en donde se esté en casa con o sin interrupciones, en medio de la algarabía del hogar o en la estancia solitaria. Se debe intentar hacer un pequeño abismo en el espacio tiempo de la casa, una especie de diminuto vaciamiento interno para dejar que la vida hable a través de las palabras que se leerán.
Si esto suena muy complejo se puede pensar en una pregunta en particular que guíe la intencionalidad de la apertura.
Las vías interpretativas deben ser amplias, de modo que el cerebro esté preparado para adecuar el mensaje. Luego se selecciona, preferiblemente, un libro, cualquiera que se tenga a la mano. Si no hay, pues puede ser un periódico o una hoja de papel con contenido impreso.
Se posará el dedo de forma aleatoria en algún pasaje y éste se leerá con detenimiento profundo. Ese detenimiento que espera que el mensaje obtenido esté cargado de simbologías ocultas.


La bibliomancia suele arrojar resultados inesperados. En muchas ocasiones nos acerca a contenidos que se encontraban perdidos en casa sin ser descubiertos, tal vez esta sea la más grande ganancia. En otras, nos puede alentar a abordar otras lecturas que por recuerdo o asociación libre se relacionan con el fragmento recién descubierto.
En los mejores casos, el pasaje leído da la respuesta certera a nuestra pregunta inicial o bien abre nuevas ramas de sentido a una problemática interna que busca solución desesperadamente.
El llamado entonces es a ser bibliomante aficionado o experto en el hogar ya que así permitimos que las palabras entren en nosotros de formas desconocidas y le damos una oportunidad a lo certero o a lo inconcebible de transformarnos, de tocarnos con su lucidez o su delirio.
Si te quedó sonando la idea de ser un bibliomante casero, pero no sabes por dónde empezar, ¿qué tal si le das un vistazo a los libros que tenemos en las bibliotecas públicas y que puedes llevar a casa?