Ganadores Una biblioteca en mi camino

La convocatoria de escritura Una biblioteca en mi camino consistió en narrar las experiencias de nuestros usuarios con las bibliotecas públicas de la ciudad, debía ser un texto de no ficción y tener un máximo de 300 palabras.
Agradecemos a todas las personas que participaron y compartieron sus recuerdos con nosotros, es muy significativo conocer estos momentos y saber que formamos parte de sus vidas.
En la convocatoria hubo 2 categorías, una para participantes menores de edad y otra para adultos, el pasado 28 de septiembre se reunió el Jurado Calificador, compuesto por:
Ana María Tobón, coordinadora del Plan Ciudadano de Escritura, Lectura y Oralidad
Ana María Bedoya Builes, integrante del equipo del Plan Ciudadano de Escritura, Lectura y Oralidad
Guillermo Cardona, asesor Académico de Eventos del Libro y del Plan Ciudadano de Escritura, Lectura y Oralidad.
También estuvieron presentes Olga Lucia Jácome Vargas, comunicadora del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín y Adriana Vanegas, profesional de comunicaciones del Estudio de Valor Económico y Social del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín.
Se presentan a dicha convocatoria un total de noventa y dos relatos, pertenecientes diez a la categoría de menores de 18 años y ochenta y dos en mayores de 18 años.
Cada jurado leyó y reviso cada uno de los escritos teniendo en cuenta las bases del concurso, texto inédito y de no ficción, escrito a partir de una experiencia con las bibliotecas del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, de máximo 300 palabras. les otorgó una calificación según los siguientes criterios:
- Originalidad: información valiosa.
- Presentación: buena redacción, ortografía y gramática.
- Expresión clara de las ideas.
- Lenguaje sencillo, ágil, directo, puntual y llamativo.
Después de revisar la puntuación de cada jurado se concluye que:
Categoría menores de 18 años
Primer lugar: Tomás Echeverri Salazar

Como Narciso
Por Tomás Echeverri Salazar
Segundo lugar: Juan Andrés González Bustamante.

ELLA
Por Juan Andrés González Bustamante
Tercer lugar: Elisabet Quintero Vásquez

Mi propia historia.
Luego de un agobiante día de escuela quise ir a un lugar tranquilo, donde mis ideas fluyeran y pudiera compartir con las demás personas. Ese lugar es la biblioteca… Aquel día no tenía ánimo de conversar, así que crucé la puerta y avancé sin detenerme en busca del libro que quería leer. Me senté cómodamente y me sumergí en la historia. De repente pensé: Cómo me gustaría tener una vida interesante como la de los personajes de las historias. En un instante mis pensamientos me llevaron a una gran habitación de paredes blancas, en la cual estaban muchos de los personajes de mis historias favoritas. Por alguna razón todos se veían muy enojados conmigo, yo solo los miraba y antes depoder decirles algo volví a la realidad. Mi madre me esperaba afuera de la biblioteca, y al llamarme con insistencia yo la seguí sin protestar. Desde aquel día el cielo era diferente de como lucía siempre; tal vez era más azul, las nubes se veían esponjosas y de un blanco muy puro. No pude evitar una sonrisa cuando me di cuenta de que yo misma era un libro y que estaba formando mi propia historia.
Categoría mayores de 18 años
Primer lugar: Ancizar Valencia

El día que escribí un cuento de gatos
Estoy escribiendo esta crónica que se narra a ella misma escribiéndose. Lo puedo mejorar: En una biblioteca –afuera de la cual hay un enorme gato de bronce–, alguien escribe una crónica que se narra escribiéndose. El nombre del escritor es Escritor. El escritor decide que se llamará Escritor. El escritor escribe que decidió llamarse Escritor. Escritor escribe que escribir crónicas es parecido a escribir cuentos: la postura de las manos es igual, los ojos en el horizonte son iguales, los resultados, en cambio, son distintos. En un cuento, la gente podría no espantarse si el gato gigante de bronce entra y maúlla, esto dependería de si el gato entra habitualmente, de si no tumba la puerta, o de si la gente en la biblioteca es de un lugar distinto a este, uno en el que los gatos gigantes de bronce ni maúllan, ni entran en las bibliotecas. En una crónica, en cambio, el gato no podría entrar; a menos de que se trate deun gato de Troya, de una crónica de Troya, de un cuento de gatos disfrazado de crónica. ¿Quién podría decir algo entonces? Todo el mundo vio a Escritor sentado en la mesa escribiendo cosas parecidas a crónicas o a cuentos, y si, Escritor se narra a él mismo escribiendo, habrá que creerle que escribió una crónica, aunque el texto parezca un cuento, aunque el gato gigante de bronce ronronee plácidamente en sus pies mientras él le acaricia la cabeza gigante de bronce; mientras él escribe que le acaricia la cabeza gigante de bronce; mientras él escribe que las crónicas no existen ni tampoco los cuentos, que los únicos que existen son los gatos… Lo puedo mejorar: si no hubiese escrito está crónica, el cuento tampoco existiría.
Segundo lugar: Leidy Marcela Moná Marulanda

Algunos de tantos días en la Piloto…
Un día en la mañana
Con una mirada panorámica busco la mesa ideal. Al encontrarla organizo mis cosas mientras detallo un poco a los demás usuarios. Aprovecho y ojeo el libro que otro habitante del mismo espacio tocó, saco papel y lápiz y me dispongo a escribir. Entonces me doy cuenta de que en el casillero externo dejé la maleta con el libro que realmente necesitaba. ¿Alguien que quiera cuidar mis cosas?…
Un día en hora de almuerzo
Aquel libro disponible pero ausente. Inicio su búsqueda: primero hablo con el auxiliar, luego me dirijo a los carritos donde éste los recoge, finalmente a las mesas. ¡Ahí está! Lo tiene otro usuario, así que a esperar con la ilusión de que no se lo lleve…
Un día antes de cerrar
Espero en la fila de préstamos. Cinco personas adelante que llevan suficientes libros. Se demorarán. A uno le toman la foto para el registro, también llaman a sus referencias. Luego un usuario tarda buscando su cédula; otro se detiene guardando lo que prestó. Al final estoy yo con un libro que no puedo llevar porque se encuentra en mal estado…
Otro día en la mañana
Al entrar me dirijo a buscar en el catálogo los libros que quiero explorar; pronto me interno en los pasillos de estantes y, como quien va a mercar, comienzo: unas cuantas novelas latinoamericanas, también poesía; ¿algo de teatro? Tal vez la próxima semana. Una antología de cuentos para leer en el metro. Seguramente alguno se me queda…
Un día mientras llueve
Gotas en el piso, usuarios mojados, el sonido de la lluvia en el techo, libros sobre las mesas; un joven leyendo fragmentos de Saramago, otro perdido buscando libros y otros libros esperando al perdido… ¿Una aromática para terminar?
Tercer lugar: Sebastián Santamaría Présiga

Una escena de romance y origami
Un viernes, mi hermano dijo que iríamos a ver una película, estaba expectante, sería mi primera vez en un cine. Caminaba entusiasta, arrastraba a mi hermano, algo asombroso para mis siete años. Comería crispetas y gaseosa y vería cortos de otras películas, así como lo describían mis amigos que ya habían tenido la experiencia. Finalmente tendría autoridad para hablar sobre el tema. Llegamos a la biblioteca de Campo Valdés. Pensé que era una parada previa, de esas que le gusta hacer a mi hermano, pero no. Entré a un salón con sillas de madera y una pantalla que era apenas un televisor gordo; y, lo peor, sin comida. Sentí que había caído en una trampa. Lo único que me tranquilizó fue ver que no era el único engañado. La niña que estaba a mi lado estaba más afectada, la habían embaucado emocionalmente; se había vestido, como yo, con su mejor pinta. No soportaba verla llorar, le pedí a la «acomodadora» algunas hojas iris. Acabada la función, nos sentamos a esperar a que nos recogieran. Mientras tanto, le enseñé a hacer un lirio de origami. El de ella no tenía dobleces tan finos como el mío y decidí obsequiárselo, se sintió halagada, pasó de ojos rojos de llanto a mejillas ruborizadas. Saqué valentía para decirle que aprendiera a hacer origami para alegrarse ella y alegrar a los demás, porque nadie se pone triste doblando papel. Llegó su tía para llevarla a casa, me despedí entregándole un molino y una rosa a medio hacer. Le dije a mi hermano que prestara un libro de origami porque, para la próxima vez que la viera, le enseñaría a crear sus propias rosas, coloridas como sus pómulos y de distintos tamaños como los dientes que se asomaban cuando sonreía.