La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa: desear que la realidad fuera ficción

Una de las características que más se ha conocido de la obra del Nobel de literatura peruano Mario Vargas Llosa es esa fascinante combinación entre realidad y ficción que hace a sus historias absorbentes y profundamente inquietantes para el lector.
La Fiesta del Chivo no es ninguna excepción, y como en otras historias de Vargas Llosa, esta es una en la que los hechos y personajes inventados son lo de menos, porque los hechos históricos que relata son más impactantes que cualquier escenario imaginario con el que complemente su narración, que en este caso usa el asesinato del dictador de República Dominicana, Rafael Trujillo, como punto de partida para revelar el impacto cruel e intricado de sus acciones y su influencia.
Esta novela tiene múltiples narradores, pero los ejes son tres: el primero es la llegada de una hija a ver a su padre que una vez fue tan influyente, y encontrarlo completamente desvalido y en medio de una casa que se cae a pedazos. La razón del regreso y de la separación en primer lugar tendrán una inimaginable conexión con el régimen dictatorial.
El segundo eje es el de los conspiradores contra el dictador: hombres de fe, empresarios y personajes sombríos con motivaciones y expectativas diferentes en relación al complot que les podría costar todo. Por último y de forma magistral tenemos el tercer eje, el dictador, relatado en un intento de suponer cómo funcionaba su mente que era tan disciplinada como lujuriosa y cruel.
La Fiesta del Chivo es un libro de intriga, pero sobre todo de incredulidad, es uno de esos curiosos casos en los que uno no quiere que se acabe el libro, pero desea con todo su ser que no existiera en primer lugar, o que por lo menos fuera solo un ejercicio extenso de una imaginación fértil. Vargas Llosa mezcla y combina con genialidad lo atroz con lo banal, lo cierto con lo imaginado, dejándonos una historia que si bien no es cien por cierto real, perfectamente podría serlo.