Eduardo Galeano tuvo dos características que lo hicieron grande: la primera, un poder de síntesis poderoso y envidiable; la segunda: la capacidad de convertir lo humano en magia.
En su última obra, ‘El cazador de historias’, tenemos una verdadera obra de autor, un libro del que brota a borbotones la ternura, la delicadeza y la adolorida incredulidad con la que Galeano le contó al mundo lo bueno, lo malo y lo feo de ser latinoamericano y de ser humano.
En una página ‘El cazador de historias’ te lleva al borde de las lágrimas y te conmueve hasta los huesos, y en la siguiente te hace sonreír con dulzura o reír como un loco, solo y frente a un libro, mientras esperas el bus.
Esa es la naturaleza humana: una tragicomedia demasiado corta, demasiado intensa, agridulce, ineludible.
