Yo nací hace muchos años en un pueblito llamado Briceño que queda más allá de Yarumal. Allí viví mis primeros años en una finca y como a los 12 años de edad mis padres me llevaron para el pueblo. Intenté estudiar la primaria, pero como yo era una de los mayores y mi mamá estaba enferma, me tocaba salirme de estudiar para poder cuidar a los chiquitos y ayudarle a mi mamá con las cosas de la casa. Cuando tenía como 16 años le dije a mi papá que yo me quería ir a trabajar a Medellín y aunque no estuvo muy de acuerdo, me llevó con una amiga de él que vivía en Yarumal y que tenía unos familiares en la ciudad. Yo me fui entonces a trabajar de ama de casa donde aquella familia, pero allí no duré mucho porque yo no sabía casi cocinar. Yo sólo sabía hacer sancocho, frijoles y mazamorra y como que eso los cansó. Además, como yo siempre había cocinado con leña, allá en Medellín me ponía a soplar el fogón eléctrico y “ligero ligero” me devolvieron para el pueblo.
Estando de nuevo en el pueblo yo seguía con la idea de devolverme para Medellín así que le dije a mi papá y él nuevamente, aunque sin mucho gusto, me volvió a apoyar. Es esa ocasión no busqué trabajo de ama de casa para que no me pasara lo mismo de la primera vez así que encontré en Manrique una empresita de joyas de fantasía en la que podía vivir y trabajar a la vez. Allí sólo trabajé un año porque el dueño de la empresa me quería violar y un día decidí volarme de allá y me fui para donde una tía que vivía en el barrio Popular.
Yo llego al barrio Popular como en el año 1966 y tanto por ahí como en el barrio Granizal eso era lleno de “tugurios” y trochas. A mí me tocaba caminar mucho por ahí para ir a tomar el transporte público que pasaba por “Care vieja” o por arriba en Santo Domingo Savio. En el barrio Popular me quedé viviendo más o menos hasta 1980 ya que en ese año conocí a mi actual esposo y nos fuimos a vivir al barrio Granizal. Yo a él lo conocí un día que mis primos estaban haciendo la primera comunión y yo tenía que tomarles unas fotos. Él era fotógrafo profesional y ese día me decía que yo le estaba estorbando mucho y que no lo dejaba trabajar. A mí al principio me cayó como “gordo” y nunca pensé que fuera a terminar casada con él. Resulta que un día me tocó pedirle el favor de que me sacara unas fotografías de unos familiares y él me dijo que sí pero que con la condición de que sólo me las entregaba a mí. Desde ese día me siguió diciendo que nos encontráramos y así fue que comenzamos a salir y a los seis meses de estar saliendo, decidimos irnos nos a vivir juntos a una casita que él tenía en un lote en Granizal.
Mi primera impresión del barrio fue muy buena, me gustaba mucho, aunque todavía estaba en trochas, disfrutaba mucho de poder sembrar mis cositas y tener la vida del campo que tenía cuando pequeña. Poco a poco y trabajando en una pequeña tienda que pusimos, compramos un lote más grande y construimos la casa en la que actualmente vivimos.
Me gustaba mucho que en los diciembres pasados, muchas familias nos uníamos para hacer el pesebre y se hacían las novenas con los niños del barrio, se daban aguinaldos, se hacían bailes y hasta se mataban marranos para compartir comida con los demás. También nos gustaba mucho hacer paseos de olla y “tirar” charco allí arriba en la montaña. Lo único que no me gustaba del barrio es que por acá pasaban las mangueras que llevaban el agua a las otras casas y eso constantemente mojaba las calles que eran destapadas y el pantanero que se hacía era horrible. Otra cosa que no me gustó del barrio fue que más o menos en la década de los 90’s, la situación de orden público era muy delicada y había mucha violencia. A uno se le atraviesa la idea de irse con los hijos para no exponerlos en esa guerra que hubo, pero por el cariño al barrio y el amor a tener una casita propia, nosotros confiábamos y teníamos la esperanza de que las cosas tenían que cambiar en algún momento y es así como actualmente la vida por acá es muy buena y muy tranquila. Yo la verdad no me cambio por nadie.