Yo nací en un pueblito al oriente de Medellín llamado San Rafael. Allí sólo estuve mi primer año de vida ya que luego me llevaron para Marinilla donde estuve hasta los 17 años de edad. De éste pueblo nos vinimos para Medellín y vivimos en muchos barrios porque constantemente nos mudábamos buscando arriendos más económicos. El último barrio antes de venirnos para este sector fue allí abajo en Santa Cruz y estando allá, más o menos en el año 1979, nos enteramos por medio de una emisora radial “La voz del triunfo”, que por acá en el barrio había un comisionista vendiendo lotes a bajos precios. Una hermana mía decidió venir a ver los lotes y como que le gustaron mucho porque cuando llegó a la casa nos dio la noticia de que había dado la cuota inicial para comprar uno y que poco a poco lo íbamos a seguir pagando con la ayuda de todos.
Cuando subimos a conocer el lote, mi primera impresión del barrio no fue muy buena porque todo era muy incipiente. Todo era mangas con potreros y eran muy pocas las casas construidas en este sector. Poco a poco y con mucho esfuerzo, fuimos construyendo una casita de bahareque y ya en el año 1981 (a los dos años de haber comprado el lote) nos pudimos pasar del todo. El día en que nos pasamos nos tocó alquilar un “chiva” para que nos trajera con las poquitas cosas que teníamos, sin embargo, por el difícil acceso no pudo llegar propiamente hasta el lote y nos tocó caminar un poco con las cosas al hombro.
Al principio me dio muy duro acostumbrarme porque por acá en el barrio no había acueducto ni energía. Para lavar la ropa nos tocaba ir a una quebrada que creo que se llamaba “Bermejala” y allá caían unos chorritos y se lavaba la ropa encima de unas piedras. Luego, algunas personas del barrio comenzaron a poner unas mangueras desde una quebrada arriba en la montaña cerca de un lugar llamado “La casa de piedra” y desde allí se traía el agua hasta este sector. Recuerdo mucho que un día que estaba ayudando a poner esas mangueras casi me pegan un hachazo en la cabeza por un descuido mío ya que sin querer me le metí a un señor que estaba cortando una leña, eso fue uno de los peores sustos de mi vida.
La energía eléctrica tampoco llegaba por acá así que nos tocaba recoger leña para poder cocinar y a veces cuando teníamos dinero comprábamos un poquito de petróleo. La energía la comenzaron fue a traer desde unos cables que quedaban un barrio más abajo llamado Santa Cecilia y la subían hasta por acá, pero eso era muy peligroso. Un día un cuñado mío por ponerse a sacar energía de esos cables se electrocutó y gracias a Dios que no lo pasó nada grave.
El transporte público también era algo muy complicado en ese tiempo. Para uno ir al centro de la ciudad le tocaba ponerse ropa y zapatos viejos para caminar por una trocha aproximadamente unos 30 minutos y tomar la chiva más cercana. Para volver a subir al barrio, tocaba ir hasta Maturín en el centro de la ciudad y cambiarse de ropa nuevamente en la chiva y volver a caminar la media hora para llegar a la casa.
Con el tiempo las cosas fueron cambiando. Ya comenzaron a construir carreteras que nos dejaban más cerca de la casa, también comenzaron a hacer los primeros acueductos y a poner la energía en los barrios de por acá. Nosotros con mucho trabajo y algunos ahorritos fuimos revocando la casa, pintándola y ampliándola otro poquito. Ya con el tiempo me dieron ganas de independizarme con mis hijos y un conocido de la acción comunal me dijo que me metiera en un lote que era como un basurero al pie de una quebrada. Así que me decidí e invadí ese pedacito con mucho miedo de que nos fueran a sacar pero los dueños nunca nos dijeron nada. Comencé entonces a llevar material y construí el primer piso de bareque y luego con unos ahorritos hice el segundo piso. En estos momentos me encuentro haciendo las vueltas para sacar las escrituras de la casita aunque yo pago impuestos desde los 80’s al igual que los servicios públicos. Ya con el tiempo mis hijos fueron creciendo y se fueron independizando pero en casas cerquitas a la mía.
A mí, la verdad, al principio no me gustó mucho el barrio pero ya cuando uno tiene una casita propia, está cerca de la familia y con esa vista hacia la ciudad no le pido nada más a la vida, yo ya vivo muy contenta y feliz por acá.