Después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos se vivía una época de prosperidad nunca vista, que giraba en torno a la cultura del consumo, manifestada en supercarreteras, automóviles, satélites, zonas residenciales suburbanas, televisión, tarjetas de crédito y autocinemas. Este estilo de vida de la clase media norteamericana comenzó a exportarse a otros países en nombre de la modernidad y se convirtió en el símbolo del progreso y del mundo feliz al que podía acceder el ciudadano promedio.
Pero no todo era “color de rosa”, en medio de la felicidad y tensiones provocadas por la Guerra Fría, nacía el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos y la misma sociedad comenzaba a cuestionar el sistema de valores norteamericanos.
En la década de los cincuenta los jóvenes en Estados Unidos estaban dispuestos a hacerse escuchar. Pertenecían a una clase media en ascenso, con un alto poder adquisitivo, acceso a la educación y suficiente tiempo libre para consumir las ofertas del mercado. Estos jóvenes no veían el mundo con los mismos ojos de sus padres e hicieron evidentes sus diferencias con las ideas del mundo adulto, sus formas de protesta fueron plasmadas en todo tipo de expresiones y acciones.
Un ejemplo de rebeldía juvenil se puede encontrar en los beats estadounidenses, pequeño grupo de escritores, poetas, pintores y músicos, quienes en sus deseos de salirse de las convenciones sociales de la clase media criticaron la sociedad tecnocrática. “Su camino a la liberación incluía drogas alucinógenas como la marihuana, el sexo libre, una inclinación por el jazz y la vida de los guetos urbanos, una afinidad con el misticismo y la filosofía oriental, el budismo, en fin, un espíritu inquieto y aventurero.”[1]
Los jóvenes empezaron a ser vistos como “rebeldes sin causa” que cuestionaban el mundo de los adultos, eran asimilados a criminales y desadaptados sociales, como lo muestra la película de 1955, Rebelde sin causa. Estos problemas juveniles eran vistos como el resultado de la desintegración familiar, la falta de valores religiosos y morales, la ausencia de instituciones cohesionadoras de la moral social y la influencia nociva de las “tendencias de la cultura popular”.[2]
Es cuando, en medio de nuevas formas de consumo –apogeo de la sociedad de consumo y masificación de los medios de comunicación– se presentan alternativas de expresión y aparece una manifestación cultural nunca vista, que transformó no solamente a los jóvenes de Estados Unidos, sino a los jóvenes de una gran parte del mundo. Es así como a mediados de la década del cincuenta hace su aparición el rock and roll.
El rock fue tomado como bandera de identidad juvenil, más allá de la música. Transformó bailes, atuendos, peinados, objetos, lenguajes, espacios de socialización y rituales. Los jóvenes –en muchas partes del mundo– encontraron en el rock su música y su propia cultura, los elementos perfectos para construir su identidad.
La aparición de la juventud como grupos social permitió, por un lado, la explotación por parte de la industria cultural del naciente mercado juvenil, que, a través de canales de difusión como la publicidad, el cine, la televisión y el rock, rompió con los parámetros de comportamiento establecidos en las décadas anteriores, permitiendo la apropiación por parte de los jóvenes de la música, la moda y el lenguaje propio de la década del sesenta. Por otro lado, se produjo un aumento en los ánimos revolucionarios de dicho grupo, más que todo de los estudiantes, que promulgaban el cambio político y social. También surgieron movimientos contraculturales como los betniks y los hippies, quienes, mediante la liberación sexual, el consumo de drogas y el rock como principal expresión artística, mostraron su inconformismo con las normas de sus padres, la moral y la religión que reprimían la liberación personal.
En los años cincuenta se construyó una doble imagen de los jóvenes, por un lado, estaban los jóvenes respetables e inocentes, bien educados destinados y dispuestos a reproducir el orden social establecido por los adultos, y por otro, estaban los jóvenes rebeldes, los que cuestionaban el mundo heredado por sus padres[3].
Es importante señalar que la cultura juvenil que comenzó a gestarse a finales de los cincuenta y que se consolida en la década del sesenta tenía tres características: primero, la juventud dejó de verse como el tránsito hacia la vida adulta; en segundo lugar, empezó a verse como una fuerza adquisitiva importante para el mercado de bienes de consumo; y por último tenía un carácter internacional, cuyos elementos característicos eran el uso del jean y el rock.
Los “jóvenes rebeldes” con su apariencia y su comportamiento transgresor fueron fuente de inspiración para los de la clase media y alta que adoptaron esta actitud, producto de la industria cultural que vendía el modelo de juventud estadounidense impulsado por la proyección de películas norteamericanas a mediados de esta década, como El salvaje (1953) con Marlon Brando, Semilla de maldad (1955) y Rebelde sin causa (1957) con James Dean. Películas como Rock around the clock (1957) con Bill Haley, El Prisionero del rock (1957) y El rey criollo (1958) con Elvis Presley, relacionan la rebeldía juvenil y la música para acercar a este público al cine, pero más importante aún, estas películas reflejan ese contexto en el que la juventud tenía sus propias practicas sociales y culturales alejadas del mundo adulto. Este público pertenecía, como se dijo anteriormente, a los sectores medios urbanos, que se caracterizaban por una mayor escolarización, capacidad adquisitiva para consumir bienes y servicios como los electrodomésticos y el tiempo libre para el consumo cultural. La distancia entre generaciones se iba agrandando, los jóvenes estaban viviendo nuevas experiencias que sus padres no habían vivido, entre ellas la posibilidad de cursar estudios secundarios y universitarios, insertarse en un medio social y cultural nuevo y retrasar su ingreso al mercado laboral. “Los patrones de consumo y los estilos de vida, entre los cuales se encontraban los valores respecto a la familia, la pareja y las relaciones sexuales, constituyeron una zona de escisión generacional y sirvieron para reafirmar los nuevos estatus sociales de los jóvenes.”[5]
Otras películas que exploran el contexto, tanto social como musical de las décadas del cincuenta y sesenta, fueron A hards day´s nights (1964) y Help (1965) de Los Beatles. Se suman a las temáticas que hacían parte de las películas de este periodo, el LSD y la psicodelia, en The Trip (1967) que explora el uso terapéutico del LSD para tratar pacientes con problemas psicológicos.
Para conocer un poco más sobre este momento de la historia y darse una idea del contexto en el que surge la juvenud y las ideas que promulga, recomendamos la película Easy rider (1969) que sintetiza varias de las producciones juveniles, esta cuenta la historia de dos jóvenes que salen de viaje por Estados Unidos con un objetivo, en el camino se encuentran con varios personajes con posturas ideológicas diferentes pero que cuestionan la sociedad en la que se encuentran, también se cruzan con representantes de la sociedad tradicional, que discriminan las diferencias y no aceptan las practicas juveniles encarnadas en los protagonistas. La película sintetiza el viaje de los jóvenes por descubrir su lugar en el mundo y su crítica por la sociedad adulta y tradicionalista.

Poster película “Easy Rider” (1969). Tomado de Filmaaffinity
[1] Diego Alexander Herrera Duque, “De nadaistas a hippies. Los jóvenes rebeldes en Medellín en el decenio de 1960, (Tesis de grado, Universidad de Antioquia,. 2007) 16.
[2] José Antonio Pérez Islas, Maritza Urteaga Castro-Pozo, coord. Historias…,323.
[3]En una sociedad rigurosamente controlada por la iglesia católica y el ejército temas como el divorcio, la mujer independiente o el sexo, a comienzos de la década del 60, estaban ligados a una idea de mayor libertad individual conduciendo a una revolución moral. En los años se 60 se comenzó a hablar más libremente de la sexualidad, se aceptaron las relaciones prematrimoniales y se produjo un debilitamiento de los prejuicios morales como la asociación entre la decencia y la virginidad femenina. Aunque estas transformaciones estuvieron limitadas a las clases medias altas y no promovieron los movimientos feministas o de las minorías sexuales, resaltaron las contradicciones entre modernidad y tradicionalismo, el cambio y la resistencia a este. IsabellaCosse, “Cultura y sexualidad en la Argentina de los años sesenta: usos y resignificaciones de la experiencia transnacional”, Estudios interdisciplinarios de América Latina y el Caribe. Cultura política en los años 60. Vol. 17, N. 1 (enero – junio de 2006) 39.
[4]IsabellaCosse, “Cultura y sexualidad…”, 41-42.