En la vereda Barro Blanco, en el cruce de varios caminos, hay una ermita que parece una pequeña catedral de estilo barroco con eco de neoclásico. Tiene una cúpula característica y la torre del campanario está hecha en espadaña que es un campanario formado por una sola pared, en la que están abiertos los huecos para colocar las campanas.

El terreno para su construcción fue donado en 1990 por don Juan de Dios Vanegas y su esposa María de los Ángeles quienes 40 años atrás habían donado el terreno del frente para la escuela.

“El templo debe ser una escuela y la escuela un templo”…anota el padre Eduardo Monzón – Aguirre un monje Benedictino, antioqueño nacido en Cuba, quien  soñó  ese templo y con la ayuda de su “socia” Santa Teresita del niño Jesús y un benefactor en dinero que quería hacer una devolución a lo que Dios le había dado, quién le pido que nunca dijera  su nombre, Albernia, construyeron una obra producto de la unión entre la iglesia católica alemana,  la comunidad de la vereda Piedras Blancas, y el padre Monzón quién soñó la iglesia, la construyó y actualmente es su capellán.

Con la cabeza y el corazón: pensando y amando.

Cuenta el padre Monzón que el 9 de abril de 1987 se le hizo entrega, de palabra, del lote y en un cuaderno se consignó un acta anotando los nombres de quienes estuvieron presentes. La comunidad obtuvo recursos por medio de rifas de vacas, caballos, cabritos, estufas y televisores donados, y de esta manera los muros de la iglesia fueron creciendo y se empezaron a celebrar las misas.

La comunidad unida y las donaciones externas lograron edificar este sueño común. “Todos somos una piedra que unidas hacemos un altar” Todo en esta ermita es un símbolo: el altar está hecho con piedras de cuarzo lechoso traídas de Piedras Blancas.

La luz entra por tres ventanas, símbolos del agua, tiene un vitral con el sello de San Benito y se tiene proyectado poner otro para que entre el sol. Está diseñada para que en su interior se formen cinco cruces, hay una de madera traída del alto Sinú y otra invisible: “la del ser humano con sus limitaciones y la luz divina asistiéndolo,” afirma el padre Monzón. Tiene 12 columnas estructurales y la pila de agua bendita es de mármol de Caracota de un yacimiento griego que ya se cerró.

 

Las cruces que se cruzan

Una ermita es una capilla, por lo general dedicada a un santo o a una virgen, situada a las afueras de la población; el nombre “De la Santa Cruz” fue sugerido por el padre Monzón aduciendo que se encontraban en Santa Elena y fue ella quien encontró la cruz de Cristo. La ermita se encuentra en el cruce de varios caminos, está al lado de los caminos de arriería que venían desde La Ceja, Guatapé y Marinilla, pasando por el filo que es la línea divisoria de aguas y desciende por el puente que tiene techo: el puente del tambo. También cuenta el padre que Juan de Dios y Miguel, su hijo, bajaban a Medellín por el camino de la cuesta, que iba detrás del cerro Pan de azúcar y el barrio Enciso, a traer ganado para sacrificar y tener carne fresca en el oriente y de allá traían marranos “al paso de marranos”. Bajando por la actual estación del parque Arví quedan todavía tapias de lo que fue el hotel Cabuya, una posada para los arrieros y caminantes que transitaron estos caminos.

Ermita de la Santa Cruz del Tambo: una historia tejida de muchas historias: historia de los caminos… del hotel cabuya… del puente del Tambo… del puente del espanto… del padre antioqueño nacido en Cuba y de una comunidad que unida logró ser parte de esta historia.