Memoria local es una apuesta de la biblioteca para difundir contenidos que hacen parte del Servicio de Información Local de la unidad de información, también consideramos que es una oportunidad para generar diálogos e intercambio de conocimientos y saberes con los habitantes del corregimiento sobre aspectos sociales, históricos, culturales y medioambientales del corregimiento de Santa Elena y fomentar el sentido de pertenencia y apropiación del territorio.
En esta ocasión compartiremos, por entregas, una serie de escritos generados desde la Biblioteca Pública Santa Elena gracias a la participación de un grupo de habitantes del corregimiento. Reconociéndonos. Memorias de Santa Elena es el nombre recibe este proyecto de investigación comunitaria orientado a la recuperación, construcción y dinamización de la memoria cultural y colectiva del corregimiento de Santa Elena, que destaca algunos lugares que los habitantes consideran importantes a nivel social, cultural e histórico, y que han aportado a la conformación de las identidades locales.
En los textos hacemos una breve presentación de lo que llamamos Lugares de Memoria, una serie de espacios seleccionados en ejercicios de memoria individual, que se nutren con los recuerdos de otras personas para construir un relato o narración en comunidad, propiciando la construcción de memoria colectiva que permita identificar aspectos socioculturales y elementos de identidad en relación con el territorio habitado. Estos Lugares de Memoria poseedores de una carga simbólica colectiva, que aportan a la identidad y cultura corregimental son: La Casa de Mayoría de la Aguda y los caminos que la rodean como el Caunce y el Tirabuzón, Monte Vivo, La Ermita de la Santa Cruz y los proyectos individuales como El Vagón Musical, la Casa Museo y el Castillo que se encuentra en la vereda Barro Blanco.
Agradecemos a Marta Chavarriaga, Jorge Alberto Hernández, Betty de la Pava, Gladys Rojas y demás personas que han acompañado este proceso de investigación que busca la difusión y apropiación de la memoria del corregimiento de Santa Elena.
Caminos trazados y destrozados
“Una vez llegados los españoles a América, construyeron caminos que vinieron a llamarse caminos Reales. Antes, es cierto, hubo caminos…Anduvieron los precolombinos caminando y comerciando a trueque… Por haber desarrollado sus civilizaciones sobre las cordilleras, su arte de construir trochas y puentes, de empedrar caminos y hacer escaleras tan perfectas como las de los Tairona…el imperio español se montó sobre el esquema indígena…”. “Un camino Real lo que tiene para justificar este nombre, es que suele calzarse en piedra. Ha de trepar cordilleras frescas, de greda, que cuando llueve se hacen resbalosas y traicioneras. Precisa recubrirla de losas para seguridad de la mula o del hombre que lleva carga o pasajero. Cuando se piensa que el camino tiene que trepar 2.000 o 3.000 metros de un valle ardiente a un páramo, la única manera de darle alguna seguridad a la bestia de carga es con una piedra de apoyo. Por eso hay tramos en que el camino se convierte en escalera, como si se tratara del ingreso a un palacio. La anchura del camino la determina el cruce de las cargas de ida y regreso”[1].
La vereda El Plan, del corregimiento de Santa Elena, y la ciudad de Medellín están conectadas por dos caminos hispánicos que sobresalen por su recorrido y antigüedad. Los caminos de Bocaná (Tirabuzón) y del Caunce (del Chivo), son producto del desarrollo vial que se dio a finales de la Colonia, a principios del siglo XIX, cuando se pretendió un mejoramiento de los trazados y de las especificaciones técnicas de los caminos diseñados para los pies descalzos de los indígenas que transportaban mercancías a lomo de hombre, y no para los cascos de caballos y mulas de los españoles. Estos fueron espacios donde ocurrieron antiguos procesos socio-culturales de adaptación al medio natural.
En la época prehispánica en Colombia existieron muchos intercambios culturales entre las tribus asentadas en el territorio. En Santa Elena, la zona de Piedras Blancas estuvo habitada por los Aburráes quienes aprovecharon las condiciones del territorio para la extracción y comercio de minerales como el oro y la sal. Para hacer estos intercambios había un camino prehispánico importante que empezaba en Buriticá que siempre ha sido un sitio rico en oro; de allí salían hacia el bajo cauca, el Chocó y hacia Santa Elena, de paso para llegar al río Magdalena.
El Bocaná (Tirabuzón)
El camino de Bocaná o Tirabuzón comunicaba el suroeste antioqueño: La Ceja, El Retiro, La Unión, Envigado, con el municipio de Medellín y algunos de sus barrios. En la parte que de Medellín sube a la vereda El Plan hay un escarpe grande que genera mucho deslizamiento y escalonamiento. Los indígenas que conocían bien el territorio no se asentaron en este lugar, y cuando llegaron los españoles con sus primeros asentamientos a finales del siglo XVIII y descubrieron que el Valle de Aburrá y el de San Nicolás eran agrícolas y ganaderos, sintieron la necesidad de más y mejores vías de comunicación e intercambio por esta razón acondicionaron el esquema indígena y los trazados de este camino llamado Tirabuzón, porque tiene mucho zigzag. La estructura es hispánica, colonial y se enfrenta a muchos problemas como los deslizamientos lo que perjudicaba el paso de las bestias. Son aproximadamente 2 kilómetros y viene de 1.880 a 2.250 metros de altura, tiene zonas más amplias y otras donde se perdió el trazado.
El Caunce (Alto del Chivo)
En 1874, para salir de ese Medellín encajonado hacia el Valle San Nicolás y el Magdalena y con el fin de acortar la ruta, se mejoró este camino que es menos escarpado, lo que fue la mejor alternativa para el paso de las bestias. Tuvo una circulación constante de la arriería comercial antioqueña con sus recuas de mulas que venían del oriente hacia el valle de Aburrá y que descendían por el llevando leña, sal y carbón. Va al Seminario y sale al barrio Loreto.
Con la construcción del ferrocarril de Antioquia, los caminos perdieron importancia en la comunicación con el valle del río Magdalena, aunque se aumentó el flujo del comercio entre los productos de la montaña bajados a la ciudad, y los artículos “modernos” subidos a ella, pero con la apertura en los mercados de la metrópoli y la necesidad de mejores vías de comunicación, se fue dando un viraje en las técnicas de construcción, en las maneras de concebir, trazar y ejecutar las vías y se empezó a introducir manos de obra calificada. Y en 1928 cuando se construyó la sinuosa carretera a Santa Elena que se superpuso a un tramo de uno de los caminos, el de El Tirabuzón, y lo reemplazó como vía, estos caminos de herradura fueron cayendo en el olvido y la huella se fue destrozando; dejaron de ser la conexión entre el campo y la ciudad, desapareciendo en partes bajo la espesa vegetación. Por la zona donde pasan estos dos caminos habitan serpientes, lagartijas, roedores y algunos mamíferos como la chucha, conejos y ratones de campo.
En cuanto a la flora más representativa están los uvitos, sietecueros, marraboyos, niguitos, chagualos, borracheros, yarumos, cardos, bromelias, mora silvestre, frambuesa, drago, anturios, manzanillo y arrayanes. Tiene palmas de cera sembradas en el camino. En 1990 Corantioquia compró los predios de la Hacienda La Aguada por la que pasa mucha parte de estos caminos y pretende recuperarlos para la recreación y esparcimiento público.
“Los caminos conducen hacia la gente”
Por estas arterias viajaron un sinnúmero de objetos y mercancías, también transitaron amores, muerte, rumores, pasiones, infidelidades, atracos, robos, mitos, leyendas, evangelios, historias. Fueron Lugares de paso, encuentro e intercambio. No solo pasaron las mercancías, también pasó la cultura, y la tradición católica que caracteriza esta zona. caminos fueron ejes para los procesos de asentamiento y articulación de las relaciones sociales y económicas de esta región. Una senda, una trocha o un camino, se inicia por una huella que busca conectar, tiene un inicio y un lugar a donde llegar y su función ha sido siempre facilitar la comunicación y el desarrollo de los pueblos. El desarrollo de los pueblos se dio por los caminos ya que cumplieron un papel muy importante en nuestra sociedad preindustrial porque además del rol económico, jugaron un rol especial en lo relacionado con la división del territorio y la sociedad, para comprender y expresar la geografía cultural como una respuesta a la necesidad práctica de construir sistemas de comunicación e intercambio entre poblaciones separadas por barreras topográficas y ambientales.
Casa de Mayoría La Aguada
En la Vereda El Plan, a 500 metros (aproximadamente) de su entrada por un camino sembrado de palmas de cera, está la hacienda “La Aguada” una finca del siglo pasado con una revoltura de diseños arquitectónicos, que perteneció a un célebre personaje de la época, que fue una casa de Mayoría y en la que se pretende hacer un centro de conservación e investigación ambiental. La casa es estilo colonial por el uso de la tapia, con baños no muy grandes, techo de teja de barro en madera liviana, con un obelisco que no tiene nada que ver con la estética de este estilo pero que da cuenta del conocimiento de una persona que ha viajado mucho, porque también es una mezcla republicana con añoranzas de la arquitectura francesa y que se hizo con una fusión de los elementos que se conseguían en esta zona a principio del siglo XX.
Esta casa fue la finca de recreo de Coriolano Amador, nacido en Medellín en 1835 quien administró la finca el Zancudo en el suroeste Antioqueño, que fue heredada por su esposa y que tenía las minas que más facturaron en oro en esa época.
Tenía además fincas ganaderas en Cartago y Jericó, le gustaba la buena vida y mostrarse. Dicen que era fafarachero. En 1883 gestó la creación de un banco propio que llegó a emitir billetes con su imagen. Fue uno de los personajes del país que más viajó a Estados Unidos y Europa en esa época. En uno de ellos trajo un carro con chofer incluido, pero no pudo andar por las calles empedradas de esa ya lejana tacita de plata. Lo apodaban el Burro de Oro. Fue el que impulsó el desarrollo comercial del sector de Guayaquil alrededor de la plaza de mercado. También trajo el primer cinematógrafo y telégrafo. Era medio raro para la época y para el contexto antioqueño, ya que los comerciantes y agricultores de esa época eran más modestos y ahorradores.
Coriolano se hizo a los predios de casi toda la calle Ayacucho desde el teatro Pablo Tobón Uribe hasta esta vereda. Construyó “las mellizas” del barrio Buenos Aires porque quería entrar a su finca en Miraflores por una vía doble con separador arborizado, siendo la primera vía de la ciudad que tuvo este trazado. Hizo instalar un portón de hierro forjado hecho en Inglaterra, traído en vapor por el río Magdalena y a lomo de mulas por las montañas, conocido como “la puerta inglesa”.
Desde 1990 que la compró CORANTIOQUIA, se viene gestando un plan maestro que se inició con la instalación de un vivero y un banco de semillas; pretenden tener un auditorio, un mirador a la ciudad, torres de avistamiento de aves y recuperar 70 hectáreas de bosque de especies nativas para lo que han contratado con el Parque Arví.
[1] Arciniegas, 1995: 19, 30. En Caminos Reales de Colombia citado en: Poblamiento, marcas territoriales y estructuras en la cuenca media de la quebrada Santa Elena informe final. Elvia Inés Correa Arango Corantioquia 2004.