La fuerza de la tradición antioqueña, toma cuerpo en el “arriero”.  Dentro del imaginario colectivo de los antioqueños el “arriero” es el personaje donde confluyen las historias, los conocimientos ancestrales, la conquista del territorio, por inhóspito que se presente, los vituallas y las herramientas que hicieron posible el traslado de objetos, personas, herramientas y animales; el comercio y la colonización de amplios sectores de la geografía antioqueña y colombiana.

Fueron los arrieros los que probaron y luego enseñaron artificios para adaptarse a los cambios climáticos, atmosféricos, geográficos que los diferentes territorios tenían.   Sus viajes estaban llenos de nuevas experiencias que se sumaban a los conocimientos adquiridos en el trasegar de sus labores y devienen en portadores del saber.  

De allí que se convirtieran en verdaderos “emblemas”, de la cultura paisa.  Y Lo son por llevar en ellos, en sus herramientas, vestuarios, utensilios, modismos e historias, esos elementos que distinguen no sólo su labor sino también una manera de ser y hacer en la sociedad naciente de Colombia.  De lo que da cuenta el Arriero es de la idiosincrasia antioqueña.

El “arriero” atravesaba montañas y valles conduciendo la “recua” de mulas cargadas de mercancías, alimentos, animales y enseres; también aquellos productos procesados en campos y pueblos, las cosechas recogidas en diferentes temporadas, pero sobre todo llevaban las noticias de lo acontecido en sus lugares de origen o traían las novedades de los pueblos y lugares por donde pasaban. 

Al “arriero” se le han atribuido cientos de historias desde las mitologías hasta las lugareñas.  Ellos llevaban sus cuentos y vivencias al grado de establecerlas como realidades idiosincráticas. De ellos nace la historia del Sombrerón y la Patasola, de los larguísimos cuentos de «Cosiaca» y «Pedro Rimales».

Conocidos como hombres rudos y toscos, en realidad personas sencillas y humildes que encontraron en el comercio una forma de vida y de ayuda a los demás.  Su fortaleza es comparada muchas veces con la de aquellos héroes que supieron enfrentar las inclemencias del tiempo y de la geografía para establecer las vías de comunicación de una región harto difícil como lo es la geografía antioqueña y que para aquellos tiempos era uno de los departamentos más aislados del país.

Fue gracias a su persistencia que se logró establecer caminos que comunicaran sus pueblos de origen con regiones tales como el Valle del Cauca, Turbo, Bogotá y los lejanísimos Llanos Orientales, sin olvidar aquellos distantes pueblos como Valledupar o Cartagena desde donde traían gran parte de mercancías inaccesibles de otra manera.

La arriería fue considerada durante muchos años más que una profesión una voluntad familiar.  Tradicionales son las familias de arrieros como los Herrera y Jaramillo, pero quizá el personaje más emblemático ha sido Pepe Sierra, quién siendo un campesino sin educación, se convirtió en el hombre más rico del país a finales del siglo 19.  En la arriería se iniciaban los jóvenes de la familia, se les llamaba sangrero”, de allí y tras demostrar experticia y decisión se ascendía a “arriero” y de allí a “caporal, máxima distinción en el oficio . Por la confianza en ellos depositada los arrieros ponían su honor y su nombre en la honradez y calidad de su trabajo. 

Quizá por eso dice Germán Ferro Medina en su libro “Arriería de Bueyes, Orgullo Antioqueño, 2014: “En el ejercicio del oficio, el arriero se fue perfeccionando y aprendiendo todos los trucos necesarios para hacer un trabajo práctico y eficaz. Este oficio se transmitió de generación en generación. El abuelo le enseñaba al hijo, y este a su hijo. Pero no le enseñaba solo un saber técnico. A través del trabajo y la institución familiar se fue transmitiendo una forma de ser y hacer las cosas que con el tiempo se transformó en unos valores, unas costumbres, una mentalidad y unas actitudes específicas”.

Junta a la imagen del arriero con sus pies descalzos, pocho al hombro, machete al cinto, sombrero de ala ancha, manos hábiles y brazos fuertes, piel curtida por el sol y ojos de mirada aguda, están las imágenes de caminos inhóspitos, largos lodazales y peligrosos desfiladeros, espesos bosques que fue necesario abrir a tajos de machete.  Y la “mulada”, la “recua”, que podía tener hasta 50 mulas, unas cuantas remudas, varios caballos cargueros y algunos bueyes de arriería según los requerimientos del viaje

En Antioquia se dieron dos tipos de arriería: de bueyes y de mulas. El buey se usó para jornadas cortas porque era un buen animal carguero; y la mula, que era más rápida, y de gran resistencia, para jornadas más largas.

San Sebastián de Palmitas es quizá uno de los últimos lugares rurales de Medellín, donde encontramos aún exponentes de este oficio. El origen de la arriería lo encontramos en el uso por parte de los nativos del Camino del Virrey o Camino del Inca, que permitía la comunicación entre el interior del país y además de las costas Atlántico (Cartagena) y Pacífico (Santa María la Antigua y Turbo). 

A este camino se unieron otros tales como aquellos que conducían de Medellín a Cañasgordas, Ebéjico, Ituango y Sopetrán.  mercancías provenientes de Santa Fe de Antioquía y San Jerónimo, a la sazón centros comerciales de Antioquia ya que el río Cauca era una de las vías principales del comercio y San Jerónimo punto intermedio de esta comercialización. Por la Aldea habrían de pasar los arrieros y comerciantes de Ebéjico y Medellín en su recorrido hacia Turbo y Apartadó.

El sitio conocido como “La Estación”, en San Sebastián de Palmitas fue referente obligado de almacenamiento, punto de recolecta y distribución de innumerables objetos, pero principalmente de café y panela, destinados a Sopetrán, Ebéjico y Medellín, dada la vocación de producción del territorio.

Fueron los “arrieros” a través de quienes finalmente se obtuvo el nombre de San Sebastián de Palmitas.  Cuentan que las muladas en sus recorridos a tierras calentanas, como lo son aquellas rivereñas al río Cauca o a Turbo, comían los dátiles de las palmeras propias de estas tierras.  A su regreso a San Sebastián, defecaban aquellas semillas y a fuerza de perseverar las palmeras se fueron adaptando al clima frío predominante en esta parte de la cordillera. “La Estación” se rodeó lentamente de palmas y palmeras que, por la temperatura, obligó un gran esfuerzo de las plantas en su adaptación, eran “palmitas” de lo puro pequeñas.  Así nació el nombre del corregimiento “San Sebastián de Palmitas”. 

Fuentes:

http://www.misantafedeantioquia.com/

http://medellinvida.com/arrieros-we-are/

https://retazosdelavida.blogspot.com/

http://on.fb.me/1aELZLp). Arrieros Antioqueños en 1920.

http://on.fb.me/19IaBaE . Arriería de Bueyes, Orgullo Antioqueño, 2014

Imágenes por

Carlos Agudelo Mejía

Eliana Moreno Arias

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