Por: Digitalizando el pasado
Rosita, como es conocida Rosa María Arroyave en la biblioteca y demás espacios de lectura en los que participa, vive en el barrio Santa Rosa de Lima hace 32 años, todos en la misma casa en la que viviera sus dos primeros años de matrimonio hace 50 años. Llegó a la Biblioteca La Floresta por invitación de su hija menor, quien era la que asistía a realizar sus tareas escolares y consultas, pero que, además, se dio cuenta de que la amplia oferta cultural podría ser de interés para su mamá. Rosa aprovechó cada oportunidad para participar en talleres y cursos, entre ellos: costura, bordado y pintura, de eso hace ya veinte años. Recuerda que la Biblioteca se encontraba en lo que fueran las instalaciones de la Escuela de Niños Jorge Ortiz, una infraestructura muy diferente a la actual: patios interiores, amplios salones, y hasta cocina.
Es Abuela Cuenta Cuentos – Acucu – desde hace catorce años, programa que nace en la Biblioteca Público Barrial La Floresta y que ahora es una actividad que se replica en todas las bibliotecas del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín. Es la Acucu más estable de todas, ya que sus años de servicio en este voluntariado han sido ininterrumpidos. Los voluntarios que participan en este espacio reciben capacitaciones en lectura y expresión oral, de modo que puedan llevar las historias a diferentes lugares de la ciudad: escuelas, colegios, centros geriátricos y hasta hospitales, son visitados por ellos, entre los que sobresale Rosita con su capacidad vocal para hacer de la lectura en voz alta, todo un cuento.
Rosita sabe muy bien que no a todos los públicos les gustan los mismos cuentos, es por eso que prepara sus lecturas de acuerdo al lugar que va a visitar: si va a leerle a niños, busca rondas infantiles; si va a leerle a adultos mayores, historias que les permitan recordar; aunque hay un cuento que comparte siempre que tiene oportunidad sin importar el tipo de público que tenga al frente: Parichempre, del escritor Luis María Pescetti, porque según dice ella, “es un cuento que a todos les encanta” (R. Arroyave, comunicación personal, 18 de noviembre de 2020), y no es extraño que así sea, ya que tenerla al frente y poder ver sus gestos y escuchar sus voces, es todo un privilegio.
A pesar de que la lectura de cuentos de manera presencial tuvo que ser suspendida por la emergencia sanitaria a razón del Covid-19, Rosita no dejó su voluntariado, lo hizo de manera virtual con el Servicio Nacional de Aprendizaje – SENA -, con una ventaja, se amplió la cobertura, si antes los beneficiarios eran los estudiantes de la sede centro de la ciudad de Medellín, a través de videollamadas tuvo personas de diferentes partes del país, como Santa Marta, Cali y Buenaventura. La ayuda de sus hijos fue fundamental en este tiempo, ya que conectarse a las sesiones por Internet representó para ella todo un reto tecnológico.
El amor por la lectura lo heredó de su papá, y aprendió a leer en los periódicos que en la década de 1950 él llevaba a casa. Rosa ha sido una mujer curiosa, dada al aprendizaje constante, lo demuestra su disciplina para participar en las actividades de la biblioteca, y cuenta con orgullo que pudo terminar su bachillerato a la edad de 42 años, luego de la profesionalización de sus hijos. Rosita también escribe, ella, al igual que muchos otros Acucu, participa en los talleres literarios donde se fortalece y potencia su escritura. Con sus relatos ha participado en diferentes concursos de cuentos, entre ellos: Juego literario de Medellín en el año 2009, con su crónica ¿De quién será?; en Letras de mi zona en el 2013, con su cuento Cuando suenan las campanas; e Historias en Yo Mayor, al que llegó con Las momias, ocupando el puesto quince a nivel nacional.
Rosa María o más cariñosamente, Rosita, es una apasionada por lo que hace, con la firme convicción de que sus lecturas en voz alta tienen el poder, incluso, de sanar. Sirve a su comunidad sin el menor ánimo por ser reconocida, aunque lo es, su cara se ilumina cuando recuerda a los niños que pasan en bus y con un gesto de alegría la saludan a través de la ventana y le recuerdan que es ella, quien alguna vez les enseñó o leyó algo: “Yo hago esto con todo el corazón” (R. Arroyave, comunicación personal, 18 de noviembre de 2020), dice orgullosa de su oficio, el ser una abuela cuenta cuentos, y lo será parichempre.
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