¿Podrías decirnos un poco sobre tu historia?  

 En mis recuerdos de niño tengo esos momentos en los que tenía una facilidad en aprenderme esas canciones que practicaba mi madre cuando estaba aprendiendo a tocar guitarra, y entonces en las reuniones familiares, todos me pedían que cantara; yo quería hacer todo lo que hacía mi madre: aprender a tocar la flauta, a cantar, a tocar la guitarra, y gracias a ella lo logré.
Empieza la música a ser un medio para poder relacionarme con los demás, me genera un montón de fortalezas como tener seguridad para poder expresarme frente a varias personas, demostrar mis sentimientos y mis pensamientos con convicción, pero más allá de eso, se convirtió en una manera de existir, de mostrarme y de llenarme el corazón con los aplausos, con la alegría y las sonrisas de las personas. No hay nada más satisfactorio que después de terminar de cantar o tocar una pieza, llegué ese aplauso y la algarabía de la gente agradeciendo y felicitando, desde entonces supe que era músico.
Entro a estudiar al Seminario Menor de la Arquidiócesis de Medellín, y allí tengo la oportunidad de fortalecer estas habilidades que me permiten empezar a tocar con otros músicos en eucaristías, a hacer parte de coros, y a finales de mi bachillerato en este colegio, comienzo a montar una banda de Rock. Todo esto llenaba mi alma, pero también mi vanidad, mi ego, y era una sensación increíble después de tocar en público.
Al terminar mi bachillerato empiezo a hacer parte de diferentes bandas de Rock y proyectos musicales: “El Tren”, “Los Supuestos”, “Cabaret”, “Ciudad Magenta”, “Oblati”, “Escuela de música pastoral social de Medellín” donde podía tocar canciones de mi autoría y composición, covers de otras bandas en diferentes bares y lugares. La sensación que se sentía cuando la gente bailaba y coreaba las canciones es algo incomparable, emocionante, indescriptible.
No tomo la decisión de enfocarme hacia el mundo de la música por mucha presión familiar, social y falta de credibilidad por esta profesión, también por desconocimiento e ignorancia y me dedico a estudiar otras cosas diferentes a la música; mientras estudiaba y trabajaba en las oficinas del DANE y otras empresas, seguía en mis proyectos musicales, incluso cantando en orquestas tropicales.
Justo dos meses después de graduarme como Profesional en Administración de Negocios Internacionales (de la Universidad Autónoma de Las Américas), la vida me pone un freno al acelere de mis días, pues siempre he estado lleno de compromisos: que la universidad, que la carga contractual del DANE, que el repertorio, que componer, que las presentaciones los fines de semana, que los conflictos amorosos y familiares, en fin. Ese freno que me pone la vida se llamó cáncer testicular con metástasis en los rectos peritoneales, con urgencia en intervención quirúrgica, luego de la cirugía me dicen que es un cáncer agresivo para empezar inmediatamente con quimioterapias y me exigen que debo renunciar a todas mis labores como profesional, trabajador, músico.
Frente a todo esto, yo empecé a divagar y a tratar de hablar conmigo mismo, porque mi mente quedó en blanco, no sabía que pensar, no sabía cómo me estaba sintiendo, no sabía cómo reaccionar, entonces al tratar de ponerle palabras y significado a lo que estaba pasando, lo primero que se me ocurre entre mis reflexiones es todo lo concerniente al tiempo. No pensaba en que me iba a morir, sino en el tiempo que he perdido no dedicando mi vida a lo que realmente me apasiona que es la música; sinceramente no pensé en cómo sería la cirugía, en cómo sería las quimioterapias, en cómo sería renunciar al trabajo, en cómo sería morir, ¡Jamás pensé en eso!, simplemente pensé que no estaba dedicando seriamente mi vida a lo que realmente quería, entonces lo primero que hago es inscribirme a la Universidad de Bellas Artes a canto y pasé satisfactoriamente los exámenes de admisión.
No me importaba si ese nuevo sueño de estudiar música lo pudiera lograr, no me importaba si mi cuerpo no me daba para llegar a todas las clases (como me lo decía el oncólogo). Me programé y anuncié en esta universidad a la parte administrativa y docente mis inconvenientes de salud y las posibles faltas de asistencia que tendría durante el semestre debido a las quimioterapias y la recuperación (que fueron muchas). Aceptaron siempre y cuando pudiera ponerme al día y aprobar los exámenes y requerimientos de las materias.
Todo esto se convirtió en un gran reto para mí, debido a que la única preocupación que tenía en la vida era hacerme inyectar esos químicos en la sangre, ir a acostarme mientras me recuperaba y en los momentos que me pudiera sentir bien solamente estudiaba todo lo de la universidad con respecto a música.
Mis quimioterapias las viví durante 6 meses, cada dos semanas seguidas iba desde las 7 am hasta las 4 pm de lunes a viernes todo el día en un sofá recibiendo esos químicos venenosos para matar todas mis anteriores células (malas y buenas por así decirlo) para que todo mi organismo se restaurara y pudieran salir nuevas células absolutamente sanas; descansaba una semana.
Mientras recibía las quimioterapias, permanecía sentado en una sala con otras personas en mi condición de salud y recibiendo el mismo tratamiento mirándonos las caras, esto era una monotonía tortuosa. Al principio llegaba con una excelente actitud y trataba de escuchar a quienes tenía a mi alrededor, pero me agoté de tanto pesimismo que al mes tomé la decisión de aislarme con mis audífonos y taparme la cara con la gorra y empezar a divagar y a fantasear con mi mente, imaginándome que estaba en otros lugares menos en un hospital.
El personal de enfermería de la Clínica las Américas fue hermoso con una gran sensibilidad y buen trato, con una sonrisa y un amor por lo que hacían, pero para la situación de uno era que no veía la hora de salir de esas instalaciones. Fue una experiencia realmente indeseable.
Al lado de la sala donde yo recibía las quimioterapias, había un salón donde les hacían quimioterapias a los niños y eso me abrumaba, me desconsolaba, me arrugaba el alma, y el llanto de esto chiquillos me producía una gran tristeza, me indignaba que tuvieran que pasar por una situación de esas, ni siquiera me sentí triste por mi situación sino por la de ellos. No podía aceptar que los niños también tuvieran que pasar por eso, me daba dolor, tristeza y rabia.
Yo había aceptado mi nueva vida, de poderla vivir, no cuando yo quisiera sino cuando mi cuerpo me lo permitiera, entonces tenía momentos de lucidez que los vivía con una intensidad infinita, era rica esa sensación de sentirse bien, de saber que puedes caminar que no te mareas que no tienes ganas de trasbocar que no estás cansado que puedes caminar, correr y reírte. Me volví hipersensible, hiper consciente del valor del tiempo.
Lo único que me torturaba era el llanto de los niños; también cuando no encontraban mis venas para inyectarme los químicos, y el sonido del tic tac del reloj cuando no podía hacer nada más que quedarme acostado en mi cama mirando al techo, esperando a que mi cuerpo me pudiera volver a dejar vivir.
La experiencia de ir a la universidad, cuando mi cuerpo se sintiera bien para ir después de quimioterapias fue un suceso que me motivaba y me presionaba, porque mis ganas de estudiar eran más poderosas que mi enfermedad, no tenía motivos de deprimirme, tenía una razón fuerte  y poderosa para que mi mente y mi ser trabajara en no sentirme vulnerable; claro que cuando definitivamente mi cuerpo no me lo permitía, la impotencia y la frustración eran más fuertes, pero me propuse no sentirme una víctima ni sentirme vulnerable, ni le permitía a las personas que me rodeaban que sintieran pesar de mí, porque el sentimiento de pesar es absolutamente natural en una circunstancia de éstas pero también es inmensamente dañino. Cuando se ponían mal por verme sin cabello, sin pestañas y sin cejas y casi amarillo, les pedía que se retiraran y pudieran venir a visitarme cuando se sintieran preparados para verme. A veces cuando salía a la calle con mi familia, parecía que fueran ellos los que estuvieran más enfermos que yo, por la actitud, y la misma gente lo podía notar. En la universidad de Bellas Artes, ninguno de mis compañeros notó que yo estaba enfermo, hasta la impresión que causaba es que era extranjero o simplemente era así. Luego de que pasó todo mi tratamiento y me recuperé, tuve la oportunidad de compartirles como había estado en ese entonces con lo cual se sorprendieron.
Pienso yo que lo que me salvó de este tratamiento a parte de Dios y la ciencia médica, fueron mis pensamientos, mi actitud y mi decisión firme por no sentirme enfermo, ni vulnerable y luche constantemente por lograr lo que quería. Si mi tratamiento no hubiese sido un éxito, yo de todas maneas hubiera dicho con convicción que fui feliz durante mi tratamiento, porque afortunadamente conté con el apoyo de mi familia y estaba haciendo en ese momento lo que quería hacer, porque mi felicidad no era alcanzar el título universitario, mi felicidad estaba en cada pieza musical que estudiaba, en cada corchea, semicorchea, negra o blanca que cantaba y podía entender. Yo estaba logrando lo que tanto había soñado, y cada vez quería aprender más.  Pude entender que aferrarse a algo que uno quiere lo salva de cualquier enfermedad y cualquier tristeza, que esta vida solo se necesita encontrar las ganas el deseo de ser para encontrarle sentido y fuerza, porque a uno lo mueve en esta vida el deseo y las ganas y es a eso a lo que hay que apostarle.
Cuando el Doctor Pedro Reyes me informa que ya no tengo cáncer, que el tratamiento de quimioterapia fue un éxito y que puedo retomar mis labores, me parecía algo increíble, tampoco sabía cómo reaccionar, pero me sentía feliz, sentía que estaba viviendo un nuevo ciclo, y que este suceso partía en dos mi historia de vida, porque estaba absolutamente convencido de que mi vida entera la quería dedicar a la música y no a estar pendiente de juntas, de variaciones porcentuales, de cifras de incrementos y decrementos, de lo productivo o lo improductivo, si algo era rentable o no… al carajo todo eso, yo lo que quería era hacer música, así que emprendo con muchas más ganas y tiempo que antes, en este gran proyecto de seguir estudiando, entonces me quiero presentar a la Universidad de Antioquia a Licenciatura en Música y afortunadamente me admiten después de unos exámenes bastante exigentes, pero que gracias a lo aprendido en Bellas Artes me ayudó mucho a prepararme para poder pasarlos.
A veces creo que el cerebro como mecanismo de defensa hace ignorar sucesos difíciles de la vida de uno, y los pone como en un banco en que uno no los recuerde y le hacen pensar cómo si eso no fuera de la vida de uno, o como si fuera de otras vidas que uno hubiera vivido.
Ya iniciando mis estudios en la universidad de Antioquia, empiezo a creer en mi proyecto de vida, en las composiciones y canciones que antes tenía por ahí guardadas y empiezo a desarrollarlas en mejores ideas musicales y comienzo a grabar en estudio, y a conseguir arreglistas y músicos…. me pongo el reto de grabar al menos una canción por año en estudio.
Y así es como hago la producción de las siguientes canciones
2014 Junto a ti
2016 Neptuno
2017 Mis latidos
2018 Concierto creer para crear
2019 Blanca mujer y No sé
2020 Hechizo clandestino, En este lugar, En lo profundo del mar y Eclipse.
Como requisito para graduarme de la universidad de Antioquia como licenciado en canto popular realizo la producción de un concierto con canciones de mi autoría y composición al que llamé Creer para crear, pues ese fue el producto de haber creído y desarrollado mis ideas.
Y en el 2019 mi propuesta ganó para agenda cultural e hice un concierto en la Biblioteca Fernando Gómez Martínez y en el 2020 gané la convocatoria de estímulos a la cultura para poder terminar toda mi producción del álbum “Envolvente”

¿Cómo ha sido tu experiencia como músico independiente?

Ha sido toda una aventura de altibajos, mi experiencia en todo este proceso creativo comenzó con amigos de colegio, y del barrio, tener una banda era casi igual como tener una novia, había que dedicarle tiempo, disciplina, invertirle dinero, crear, y se generaban conexiones muy intensas de hermandad, pero, así como las relaciones afectivas a veces se generaban conexiones tóxicas., cosas de egos, de envidia, también producto de las edades en las que estábamos, cosas de inmadurez, de impuntualidad, de depender del otro, que poco a poco fui tomando la decisión de trabajar como cantautor independiente.
En banda quizá uno puede lograr las cosas más rápido, porque cuenta con tiempo gestión y recursos de varios integrantes, como solista a uno le toca todo solo, por lo que el proceso es mucho más lento.
Ser artista independiente ha sido para mí como navegar en un mundo en el que aprendes es estrellándote, aprendes haciendo y equivocándote, lo que he aprendido como artista independiente, no me lo ha enseñado nunca la universidad, a veces es difícil, pero siempre que logras algo, la satisfacción es infinita.

¿Cómo has crecido en tu carrera?  

Siendo atrevido, arriesgándome a hacer y crear y rodeándome de personas que me aportan y me asesoran frente a lo que no sé.  Enfrentando miedos y anulando la palabra imposible.
Siento que he crecido por la gente que me ha aportado en mi proyecto, me siento orgulloso del equipo de personas que he seleccionado para trabajar conmigo, muestro mis ideas y las dialogo con las de ellos y salen cosas muy lindas, como lo que van a apreciar en el álbum “Envolvente”.
Uno crece más cuando sientas que falta, cuando sientes que hay algo más que aprender y más retos a superar. Esa falta es la que te motiva a alcanzar tu siguiente meta.

¿Cuéntanos un poco sobre tu nuevo álbum Envolvente? 

Envolvente es un viaje o experiencia sonora por diversos géneros fusionados que metaforiza las emociones con el sonido y la palabra, producto de un proceso creativo que lleva muchos años, y que ha sido nutrido tanto por la difusión popular y empírica como por el quehacer académico. ENVOLVENTE generará empatía con circunstancias comunes que tengan los oyentes con el compositor, y propiciará la resignificación de la pérdida, la desilusión, el amor, el beso que te expulsa violentamente a otro planeta, el tiempo que se escapa y que no podemos retener, esas presencias y momentos que hacen del tiempo un parpadeo, la atracción, el deseo esa energía renovadora que impulsa. Las situaciones adversas de las que simplemente hay que asumir y abrazar (porque todo conlleva a un aprendizaje y genera fuerza), a valorar el tiempo, el presente, el pasado, los fantasmas emocionales, el aquí y el ahora.
Todas las canciones de este proyecto son inéditas, fruto de una exploración por diferentes ritmos y géneros que se fusionan para crear nuevas sonoridades y darles nuevos significados a experiencias emocionales. ENVOLVENTE trata de plasmar la diversidad emocional compleja del ser humano, el tiempo presente que se escapa como agua entre los dedos, el pasado que obstaculiza, pero enseña, el futuro producto de accidentes y de ilusiones, todo lo que nos envuelve, enreda e impulsa pero que siempre enseña.

¿Cuáles consejos darías a los artistas y bandas nuevas?

Hay que CREER PARA CREAR, no es un camino fácil, es un camino utópico. Alguna vez escuché a Eduardo Galeano responder a la pregunta ¿pará que sirve la utopía? y el respondió: La utopía la vez en el horizonte, si caminas dos pasos, ella se va 10 pasos más allá, y si doy cuatro pasos, el sol se va otras 4 pasas más allá… entonces ¿para qué sirve?, Eduardo Galeano responde: para avanzar.
Y cuando logras dar esos pasos, los resultados llenan el alma porque estás comprometiendo todo tu ser en eso. HAY QUE CREER uno tiene el poder de convertir una idea en lo más inútil o en lo más poderoso, tus ideas innatas son tu verdad para el mundo, tengamos miedo de revelar nuestras verdades nuestras ideas, la imaginación es infinita, para que hagas realidad lo que quieras.
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