Haciendo retrospectiva, han transcurrido 832 semanas y 6.209 días desde que ocurrió la operación militar urbana, más cruel, que haya podido utilizar el gobierno de aquel entonces, para combatir la guerra entre los grupos armados de la guerrilla, los paramilitares y los combos delincuenciales. Una combinación de ilegalidad, de poder sin escrúpulos y de indiferencia desbordada. Los habitantes de la comuna 13, sufrieron un revés fuerte, que con el tiempo han ido sanando, moldeando un futuro mejor, con la esperanza de nunca más volver a vivir una pesadilla de esas.
“Perdono, pero no olvido”, fueron las palabras de una mujer recién casada, que sufrió esta guerra absurda que le causó secuelas físicas y emocionales: le asesinaron su primer y único amor de la vida: su esposo, mientras se dirigía al trabajo de la construcción en el sur de la ciudad. Solo recuerda que cruzó una frontera invisible, con atravesar una calle a otra, ya tenía su sentencia de muerte. Los verdugos le advirtieron que se fuera, pero ella opuso resistencia ante las advertencias, mejor esperaba a que el gobierno local se sumergiera en el laberinto de la comuna 13, para acabar con los enfrentamientos, que terminaron por arrebatarle a su ser querido. Con el tiempo entendió que guardar ese rencor en su corazón no la haría fuerte sino débil. Así que aprendió a valorar el dolor, para luego renacer como la divinidad griega Orión, destacado entre todos los héroes griegos, por su grandeza y su fuerza.
“Nací en medio de las balas y el desespero”. Narró un estudiante de noveno de secundaria de la Institución Educativa Eduardo Santos, institución que también sufrió los desmanes de la guerra, situada en el barrio que lleva el mismo nombre. Su madre estaba con los dolores de parto, cuando transcurría el cuarto día de operaciones militares en la comuna. Atrapada en el miedo de la noche y con el riesgo de perder su vida y el del bebé a punto de nacer, solo tenía la opción de traer al mundo a su hijo en la casa y no en un hospital, acompañada de su única tía. La madre logró tener a su criatura pese a la fuerza de las balas y el ruido insoportable de los fusiles. El estudiante ahora es un testimonio de supervivencia, de fe y de compasión, gracias al instinto de su mamá se salvó de morir en medio de las balas, solo guarda el deseo de convertirse en un profesional de la salud para ayudar y contribuir al desarrollo de la comunidad en la que vive.
“Mi hijo salió a estudiar y a trabajar, nunca regresó más”. Cuenta una madre que vive el Barrio el Salado con su esposo, recuerda que madrugó más de lo que acostumbraba a hacerlo, para despacharle el desayuno, el almuerzo y darle la bendición de costumbre. Le señaló que no llegara muy tarde, porque la guerra no da tregua. Pasaba la media noche, el día siguiente, dos días, una semana y ella sin saber de su hijo: lo desaparecieron de la faz de la tierra, hasta ahora no hay indicios de donde están sus restos, para poder acabar con la pesadilla que todavía la atormenta. Solo pide al gobierno la verdad, justicia y no repetición de hechos similares en la comuna, con saber dónde deambula su alma, bastará para darle cristiana sepultura.
Más historias tejen la memoria de la operación que marcó la ciudad para siempre. Cada año se conmemora la vida, la no violencia, la unidad como territorio y la paz como derecho fundamental de todos los ciudadanos, para demostrarle que salir a adelante, pese a las dificultades es un acto de valentía y un desafío que cumplir: ser resiliente hace a la persona más humana, compresiva, justa y fuerte, como el mitológico Orión que, en su admirada fortaleza, es un ejemplo para superar las adversidades y mediar ante las diferencias que nos hacen daño al corazón y a la sana convivencia.
Realizado por:
Yeison Bedoya García
Practicante Universitario
IUSH – SBPM
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